Esas mujeres, las olvidadas por el tiempo y las miradas, sus pasos transitan por este mundo sin que nadie las vea pero están en todos lados. Ellas quieren gritar las injusticias que viven a diario pero saben que no serán escuchadas, y si las escucha su voz será cenizas en el aire del tiempo, siempre las peligrosas y sospechosas de su propia verdad. El silencio oprime la sabiduría de las voces heridas por la colonización. La memoria ancestral permanece activa atreves de sus deseos y la creatividad.
Monólogos de actrices que desarman las realidades de muchas mujeres del sur global, indígenas, marronas, travestis migrantes y racializadas. Esta última década se destaca por un feminismo que toma las pantallas, los escenarios, y los micrófonos en América latina, en esta tierra que desde su vientre de tierra le da vida a las hijas y nietas de las indias, de las campesinas, de las marginales que con resistencia buscan formas de existir y resistir. Entretejer vínculos con la mirada de género en las artes escénicas se torna fundamental para recuperar la memoria ancestral que fue saqueada.
¿Llegara un tiempo en el que su grito sea escuchado?